Descubre lo que el cañón de Santa Teresa esconde
Antonio Salgado
El UniversalJueves 29 de mayo de 2008
destinos@eluniversal.com.mx
Es de mañana. Hay que tomar la carretera que sale desde el pueblo de San Ignacio, Baja California Sur, hacia el norte. En la camioneta se guardan las tienda de campaña y bolsas de dormir.
El guía lleva consigo comida suficiente para tres días y algunos enseres de cocina.
Tu destino es un rancho –a más de mil metros sobre el nivel del mar–, llamado San Francisco de la Sierra, desde donde partes hacia las célebres pinturas rupestres de Baja California.
Un viaje a la historia
Al escuchar ese término: "pinturas rupestres", probablemente recuerdas tus épocas escolares donde te hablaron brevemente sobre Altamira, en España, y Lascaux, en Francia. Sabrás, quizá, que éstas son los testimonios visuales de los primeros pobladores de la era paleolítica.
Todos los grupos humanos, al pasar por la fase de cazadores nómadas pintaron lo que veían a su alrededor. Se aprecia en ellas, dependiendo la zona, imágenes de bisontes, mamuts, venados, borrego cimarrón y figuras humanas que muestran el misticismo propio de su forma de vida y sus creencias. Las pinturas rupestres de Baja California Sur forman parte de esta tradición.
Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) las cuevas de la Sierra de San Francisco fueron aprovechadas por los ya desaparecidos pericuas, guaycuras y cochimíes para elaborar pinturas rupestres.
A pesar de que se sabe poco sobre estos grupos humanos, los investigadores del INAH han dedicado gran esfuerzo a estudiar los más de 300 sitios de arte rupestre a lo largo de la península.
La cueva Pintada, la más famosa, conserva más de 100 metros de murales de hasta cinco metros de altura de más de 73 siglos de antigüedad.
Cansado, pero mágico
La empresa Kuyimá, con base en San Ignacio y especializada en ecoturismo, es la que organiza el recorrido. Éste es conducido por guías naturalistas y guías locales, quienes te iniciarán en los conocimientos sobre vegetación y formaciones del lugar, así como en la mística del arte rupestre. En sus paquetes incluyen transporte, equipo de campamento, mulas y alimentos.
Aunque las cuevas son Patrimonio Mundial declarado por la UNESCO, este recorrido no es meramente cultural, de hecho tendrás que gozar de una buena condición física para disfrutarlo.
La expedición comienza una vez que has llegado al rancho de San Francisco de la Sierra. Ahí tendrás que montar una mula que te llevará por caminos intrincados, paisajes naturales de majestuosa presencia, hacia el Cañón de Santa Teresa.
Después de algunas horas de caminar o cabalgar – cuatro horas aproximadamente– llegas al arroyo San Pablo, mismo que vadeas hasta tu centro de operaciones, en el poblado de El Cacarizo, donde además de los murales de La Soledad, las Flechas, Los Músicos y la Boca de San Julio, podrás asistir a las fiestas del Santo Patrono del lugar. Además, vivaquearás bajo un cielo estrellado propio de localidades rurales.
Antonio Salgado
El UniversalJueves 29 de mayo de 2008
destinos@eluniversal.com.mx
Es de mañana. Hay que tomar la carretera que sale desde el pueblo de San Ignacio, Baja California Sur, hacia el norte. En la camioneta se guardan las tienda de campaña y bolsas de dormir.
El guía lleva consigo comida suficiente para tres días y algunos enseres de cocina.
Tu destino es un rancho –a más de mil metros sobre el nivel del mar–, llamado San Francisco de la Sierra, desde donde partes hacia las célebres pinturas rupestres de Baja California.
Un viaje a la historia
Al escuchar ese término: "pinturas rupestres", probablemente recuerdas tus épocas escolares donde te hablaron brevemente sobre Altamira, en España, y Lascaux, en Francia. Sabrás, quizá, que éstas son los testimonios visuales de los primeros pobladores de la era paleolítica.
Todos los grupos humanos, al pasar por la fase de cazadores nómadas pintaron lo que veían a su alrededor. Se aprecia en ellas, dependiendo la zona, imágenes de bisontes, mamuts, venados, borrego cimarrón y figuras humanas que muestran el misticismo propio de su forma de vida y sus creencias. Las pinturas rupestres de Baja California Sur forman parte de esta tradición.
Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) las cuevas de la Sierra de San Francisco fueron aprovechadas por los ya desaparecidos pericuas, guaycuras y cochimíes para elaborar pinturas rupestres.
A pesar de que se sabe poco sobre estos grupos humanos, los investigadores del INAH han dedicado gran esfuerzo a estudiar los más de 300 sitios de arte rupestre a lo largo de la península.
La cueva Pintada, la más famosa, conserva más de 100 metros de murales de hasta cinco metros de altura de más de 73 siglos de antigüedad.
Cansado, pero mágico
La empresa Kuyimá, con base en San Ignacio y especializada en ecoturismo, es la que organiza el recorrido. Éste es conducido por guías naturalistas y guías locales, quienes te iniciarán en los conocimientos sobre vegetación y formaciones del lugar, así como en la mística del arte rupestre. En sus paquetes incluyen transporte, equipo de campamento, mulas y alimentos.
Aunque las cuevas son Patrimonio Mundial declarado por la UNESCO, este recorrido no es meramente cultural, de hecho tendrás que gozar de una buena condición física para disfrutarlo.
La expedición comienza una vez que has llegado al rancho de San Francisco de la Sierra. Ahí tendrás que montar una mula que te llevará por caminos intrincados, paisajes naturales de majestuosa presencia, hacia el Cañón de Santa Teresa.
Después de algunas horas de caminar o cabalgar – cuatro horas aproximadamente– llegas al arroyo San Pablo, mismo que vadeas hasta tu centro de operaciones, en el poblado de El Cacarizo, donde además de los murales de La Soledad, las Flechas, Los Músicos y la Boca de San Julio, podrás asistir a las fiestas del Santo Patrono del lugar. Además, vivaquearás bajo un cielo estrellado propio de localidades rurales.
Obtenido el 10 de enero de 2009 de: http://www.eluniversal.com.mx/articulos/46983.html
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