REVISTA DE POR ACÁ

Con el objetivo de mostrar la cultura regional en todos sus aspectos, apareció en su segunda época en 2007, en formato electrónico.

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viernes, 12 de marzo de 2010

A la memoria de Eugenio Ceseña


Sven Amador M.

El Sudcaliforniano
11 de marzo de 2010
El martes dos de marzo, cuando mi hermano Héctor Amador, que trabaja en la farmacia San Martín, me informó del lamentable fallecimiento de Eugenio Ceseña, una zozobra me oprimió el pecho. Dejé la lectura que tenía y me quedé viendo un libro sobre la ruta del Camino Real y las misiones de la península de Baja California, prologado por Miguel León-Portilla y que Eugenio Ceseña me regaló a principios de enero.

Sin que esto sea inoportuno alarde, creo ser de las únicas personas que tiene grabada una de las últimas entrevistas -sino es que la última- realizada a Eugenio Ceseña. Tenía -y sigo teniendo- la intención de escribir una novela donde Guerrero Negro sea un personaje más. Para esto comencé a buscar algunas personas que tuvieran muchos años viviendo en la población. No sentía que fuera por buen camino porque algunos ya tenían demasiado racionalizado el pasado y poco se prestaban a la mitificación o anecdotario de la historia negro guerrerense.

Fue Tita Corona, simpática recepcionista en Exportadora de Sal, quien me dio luces. Me comentó sobre un tal Keno Ceseña que, cuando pequeño, les preguntaba a sus papás, por qué vivían en un circo. Era eso lo que yo andaba buscando. Anduve preguntando por Eugenio Ceseña y todos los caminos me llevaron al restaurante el Santo Remedio. Ya allí obtuve muchas evasivas para concertar una entrevista con el que podía darme una visión de Guerrero Negro, pasada por el prisma de un niño. No lo logré.

"Casualmente" -como suelen suceder las mejores cosas-, tuve un grato reencuentro con una amiga, Jandy, que resultó ser sobrina de Keno Ceseña. También entrevisté a don Alejandro Cota, abuelo de mi amiga, y ya estando en su casa, arribó un señor delgado y alto, con una voz suave y confiable; vestido de forma que no precisamente correspondería a su cincuentena pero que tampoco le iba mal. Unos ojos pequeños y dinámicos como los de los niños que están aprehendiendo la realidad. Jandy me dijo que él era su tío Keno y ahí mismo, ni tardo ni perezoso, le saqué fecha para la tan anhelada entrevista. Me citó al día siguiente en su despacho y pasamos cerca de dos horas y media hablando de su vida, inseparablemente relacionada a la de Guerrero Negro. Soy pésimo para entrevistar personas, simplemente no poseo el don, pero Eugenio Ceseña estaba sediento de imprimir un sello histórico a lo que había vivido y a los cambios que se venían sufriendo; y él fue haciendo mucho más sencilla mi labor.

Sin un dejo de reserva, me platicó la historia de su familia. La temprana y accidentada muerte de su padre y cómo recibió él la noticia: "Pensé que andaba en un viaje muy largo"; los esfuerzos de su madre por sacar adelante a los hijos, los avatares de su abuela para traficar con alcohol en aquellos años de los sesentas. Me habló de la escuela y los juegos, de sus amigos, de los eventos sociales y de los personajes que componían la incipiente comunidad. "Cuando soplaba fuerte el viento, nos levantábamos el pantalón hasta las rodillas para ver quién aguantaba más los granitos de sal en las piernas", me platicaba entre risas Eugenio Ceseña. Y el momento mágico: "Cuando llegamos a Guerrero Negro una madrugada y vi entre la neblina unas carpas, pensé que viviríamos en un circo, y cada mañana le preguntaba a mi mamá por qué vivíamos allí", me narró asombrado y con nostalgia en la voz.

De él fue de quien escuché hablar por primera vez de una división multigeneracional en Guerrero Negro. Una primera de pioneros trabajadores que despilfarraban el dinero, creyendo en la abundancia de la salinera y la amistad de Mr. Ludwig; una segunda de comerciantes e hijos de los trabajadores que comenzaron a forjar una identidad más propia de Guerrero Negro y la conciencia de que luchaban contra un clima adverso, y, finalmente, una tercera generación -la mía, la nuestra- de jóvenes que salimos a estudiar fuera de Guerrero y que corremos el riesgo de olvidar ese origen en el que inmediatamente nos reconocemos. "Argentinos", nos llaman. "Viene una cuarta que no sé cómo vaya a resultar -me decía Keno Ceseña- pero seguro hará mucho bien", remató con sincero optimismo.

Un hombre preocupado y ocupado por la identidad y el haber de la región; muy sencillo y accesible, con una sonrisa pícara y de rostro alegre. Un hombre (y no por eso había perdido el espíritu de niño) que en vida quedó redimido por su inocente carácter y rodeado de mucho cariño. Cuando mi hermano Héctor me informó de la muerte de Eugenio Ceseña, recordé las palabras de un chofer de transporte urbano que comentaba la muerte de alguien: "Son los buenos los que se van y los jodidos los que nos quedamos".

En su devenir histórico, Guerrero Negro ha sufrido una gran pérdida. Mi pésame no sólo es exclusivo para los familiares y amigos de Eugenio Ceseña, sino para toda la comunidad negro guerrerense que hemos perdido a un gran miembro de la misma. Eugenio Ceseña emprende ese largo viaje al que creyó que fue su padre, dando fin a su última función en el circo de la vida.

Obtenido el 12 de marzo de 2010 de: http://www.oem.com.mx/elsudcaliforniano/notas/n1552036.htm

1 comentario:

ALexO dijo...

Despues de varios meses sin la compañia de mi tio keno se siente una ausencia muy grande, es un silencio donde existia un ambiente divertido. Sin embargo, la vida y vid debe seguir, no tengo dudas en que las proximas generaciones aportaremos nuestro granito de arena para el bien de esta nuestra region. Gracias a personas que dan testimonio de fe, de pasion de hacer las cosas por vocacion.
Eugenio Alejandro Cota Maclish