REVISTA DE POR ACÁ

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martes, 16 de marzo de 2010

Escultura en la Baja California del Sur



TEXTO: ISABEL F. BARBADILLO

FOTOGRAFÍA: OMAR TORRES/AFP


No es un iceberg contaminado ni una piedra volcánica en medio de las aguas de la inmensa Laguna de San Ignacio, en la Baja California Sur, ni siquiera un menhir fálico-acuático. Nadie dudará, sin embargo, de calificar de obra de arte de la naturaleza el busto de esta ballena gris, erguida, majestuosa, bella y condescendiente con los miles y miles de curiosos que asoman su pequeño morro desde lanchas y barcas para contemplar sus espectaculares inmersiones. Los dos navegantes de la derecha de la imagen parecen habérselas perdido, o tal vez el mayor de los cetáceos acaba de burlarse de ellos con un corte de mangas, perdón de cabeza.

No importa, los verán a cientos. En esta laguna, las ballenas grises disfrutan de la protección del Gobierno mexicano desde 1979, año en el que declaró el lugar refugio nacional. Ahí, en esas aguas, atrapadas entre el océano Pacífico y el Mar de Cortés, desde diciembre a abril puede observarse uno de los mayores prodigios del planeta. Las ballenas llegan a la península californiana desde los mares de Alaska y Siberia en carreras maratonianas de 10.000 kilómetros que tardan seis meses en cubrir. ¿Para qué tanto esfuerzo? Para dar a luz a sus ballenatos y reproducirse. El proceso es todo un rito. Primero llegan las preñadas, luego las fértiles, después las jóvenes, a quienes siguen los machos adultos y, por último, los ballenatos. A partir de abril inician el retorno en busca de alimentación, acompañadas de sus crías y después de haber jugueteado con los turistas.
Obtenido el 16 de marzo de 2010 de: http://www.hoy.es/v/20100316/sociedad/escultura-baja-california-20100316.html

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